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lunes, 16 de noviembre de 2009

¿Cómo llegar perpetuamente a “tiene razón el que gana y gana quien tiene razón” (Y el fin de los abogados)?

Este postulado que podría plantearse perfectamente así: “tiene razón el que gana y gana quien tiene razón”, a la hora de probarlo, de cotejarlo con el mundo real: una situación histórica determinada, en una sociedad dada y con sus respectivos antagonismos sociales, culturales y políticos, se refleja como una tautología impotente.




Por lo tanto, suponer “No gana quien tiene razón, sino que tiene razón el que gana”, deja implícito que hay una disputa de intereses. Que las partes en cuestión han entrado en una contradicción irreconciliable, y que ésta debe ser resuelta para que no se repita en el tiempo a través de una venganza individual permanente que consuma a la sociedad en sus cimientos.

Aquí entra en juego un elemento sustancial. Quién debe decidir la solución del pleito de intereses, debe ser un tercero investido de una cualidad moral y jurídica que se erija como un ente independiente y por lo tanto imparcial al conflicto en cuestión.

Sin embargo, el poder judicial no actúa plenamente desde una posición independiente. El Estado, procede en su persecución punitiva con criterios selectivos. Esta selectividad no es autónoma sino que responde a intereses sociales bien definidos.

Es falso que no se pueda alcanzar la verdad absoluta en el proceso penal. El hombre percibe lo que es real a partir de su experiencia en el mundo de las cosas a través de su actividad sensorial. El capitalismo permitió al hombre un dominio tal de la naturaleza, que posibilitó un avance de las ciencias naturales y físicas como nunca lo había alcanzado la humanidad hasta ese entonces.








¿Quién tiene razón sobre el origen de la tierra, la Biblia o la geología? De la misma forma que con mis ojos percibo una mesa, con el conocimiento científico puedo ver que la materia se encuentra en movimiento constante y que esas modificaciones son contradictorias y con eso puedo construir una verdad.

El capitalismo creo los medios para que la humanidad se dote de la ciencia para dominar a la naturaleza y servirse de ella. Sin embargo es una sociedad que sienta sobre la base de una desigualdad atroz. Donde haya una vidriera con una mercancía que no puede ser consumida por la mayoría de la población, existe la necesidad de un gendarme que mantenga el orden… Es decir que garantice el status quo fundamentado en el derecho de propiedad. Según Charles Dickens en su "Historia de dos ciudades": "Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos. ..." ¡Eso es el capitalismo!


El poder judicial es parte de este problema que aqueja a la humanidad. Al ser parte, quiero dejar explícito que los jueces en última instancia están para salvaguardar los fundamentos de la sociedad, que tomados en su conjunto son la explotación del hombre por el hombre. Naturalmente que un sistema de este tipo, dado el determinado grado de desarrollo de la humanidad (ideas de libertad y democracia) no pueden reposar sobre la injusticia permanente.

La modernidad es la sociedad entendida como civil, no importa que seamos negros, rubios, trabajadores o capitalistas. Para la modernidad el Estado y sus poderes son los garantes de que la sociedad no se venga abajo, de ahí proviene la igualdad ante ley. Pero la sociedad capitalista se sienta sobre la base del conflicto. Bajo el capitalismo los iguales no son iguales, unos disponen de los medios de producción y otros venden su fuerza de trabajo. La modernidad es la expresión ficticia del capitalismo.




Por lo tanto, al igual que la ideología y la religión, la “justicia” se presenta como una construcción histórica con carácter de clase, y que las clases que se benefician de la explotación, tratan de ocultar. Bernard Madoff estafó por miles de millones de dólares y fue preso, pero el sistema bancario en su conjunto que sobrevive con el dinero de los contribuyentes que nunca será, devuelto jamás será llevado a un estrado. Si a este despojo último le sumáramos la impunidad para Madoff, el sistema perdería todos los subterfugios de las clases dominantes frente a las masas. Si siempre ganan los malos, no hay cuento de democracia que valga.

El sistema penal se apropia del conflicto que nace de la sociedad misma y retira a la víctima. Pero no solo hace esto. El sistema judicial es el encargado de aplicar un régimen legal que en Argentina tiene un 50% de su origen en normas de facto emanados de gobiernos dictatoriales. ¿No es una verdad absoluta que las dictaduras vinieron a dar golpes a las condiciones de vida del pueblo trabajador a base de represión y barbarie?

El grado de violencia estatal determina el grado de sumisión social. Esto lo sabe bien un obrero en una fábrica (por ejemplo Kraft) cuando tiene en vez de un supervisor a un policía y por la presencia de éste tiene que aumentar el ritmo y su esfuerzo físico de producción. El capitalista también sabe esto y si no usa con mayor frecuencia al gendarme es porque teme a una rebelión que no solo acabe con el policía, sino también con el.

El Estado de Derecho, fundado en la Argentina hace 150 años, brindó a la “ciudadanía” toda una serie de derechos y garantías que interpelaban al viejo Estado absolutista en defensa de las libertades individuales. Haciendo un balance histórico no registramos un poder punitivo estatal que haya perdido ejercicio de violencia sobre la sociedad, sino todo lo contrario. Las teorías de dogmática penal reductoras del poder punitivo del Estado, que son presentadas como un avance de la ciencia del derecho (mayor complejidad), es en realidad la decadencia del sistema capitalista que el derecho no pudo prever.

Es fundamental distinguir el grado de violencia estatal para ver cuan lejos estamos de “tiene razón el que gana y gana quien tiene razón” y cuan cerca de “No gana quien tiene razón, sino que tiene razón el que gana”. Mientras que en una dictadura tipo la Videla y cia, que se llevó a 30mil desaparecidos, no hay posibilidad de resistencia. En un régimen democrático la violencia se ejerce (¡y como!) pero admite que el abogado imbuido en el conocimiento de los tendencias sociales, políticas y jurídicas, logre presentar a través de su teoría del caso la utilización de prueba tendiente a defender exitosamente la empresa que se proponga.

El avance de la tecnología aplicado a la defensa probatoria en juicio estrechan las posibilidades de construir verdades relativas
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y desde ya nunca debemos aburrir al juzgador con pruebas innecesarias. Sin embargo debido a la existencia de una sociedad divida en clases, con un Estado que vive para mantener el orden existente convierten a la justicia (quien debe decidir) en una vía rara vez capaz de alcanzar verdades absolutas, tendientes a acabar con el viejo orden de cosas. El avance de la tecnología no es la que caracteriza a la modernidad de hoy en día, sino la disolución de las relaciones sociales que ponen en cuestión el régimen político existente, a partir de sucesivas crisis cada vez más profundas y que empobrecen más a las masas.

Para terminar con el “No gana quien tiene razón, sino que tiene razón el que gana” , los estudiantes y abogados tenemos que luchar por una organización y por un conocimiento científico que critique al derecho y su fuerza de represión punitiva, y que sea una palanca en la lucha por una transformación social en la que no hayan ni explotadores ni explotados. “Tiene razón el que gana y gana quien tiene razón” solo es posible emancipando a la sociedad y al derecho de un orden social que se sostenga sobre la base la violencia.

La supresión de la desigualdad social a través de la organización socialista de la sociedad, hará que se pierda toda la necesidad de reprimir y de luchar judicialmente, lo cual supone, lo que nos supo graficar alguna vez nuestro viejo y conocido Lionel Hutz de “Los Simpson”: un mundo feliz y sobre lazos de solidaridad e igualdad. En definitiva, un mundo sin abogados.



FACUNDO MINO

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